A veces en mis costumbres de soledad perfecta, quisiera llevar conmigo esa faceta en mi rutina diaria y no lo he logrado.
No deseo exaltarme por un loquito que imprudentemente se cruza en el camino.
O cuando sabiamente una chica se percata de mi irresponsable manera de llevar el teléfono mientras conduzco.
Debería mantener la calma y no vociferar palabras inexistentes en hirientes.
Reacciono inmediatamente, pero ya he cometido el error.
Aquí hoy, en mi amada soledad, decidí dejar este texto.
A ver si logro un día, ser más gente. O, más que gente.
— Edgar Plata —