Era imposible detenernos.
Yo hablaba, ellos me hablaban, yo los entendía y lloraba de la felicidad.
Había intentado antes hablar con todos, pero nunca antes hablamos tanto; hasta cantamos sin ser yo cantor, ellos eran y son armonía, ellos me enseñaron y yo les agradecía.
Hablaba yo tanto, pero no lograba encontrar definición a tan majestuoso espectáculo.
Sentía una tranquilidad jamás hallada antes, fueron quizá en mi vida los momentos de paz más sublimes.
No era para menos.
Escuchar la naturaleza y saber que nos comprendimos. Fue la experiencia más grande del hablar.
— Edgar Plata —
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