Algunos suelen llamarme el recolector.
Alguna vez creí que era una labor miserable.
Ser recolector me ha servido para comprender que no hay sobre la faz de la tierra, mayor satisfacción que el servicio a los semejantes.
Así como a diario miro los desechos humanos, también he aprendido a percibir la energía de mi propio ser.
A escucharla y aprender que la carne de los seres vivos, es como ese empaque que desechamos, al encontrar el producto que alimenta.
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